Las raíces
existencialistas abarcan a una historia de la filosofía antigua, desde la
evolución del hombre como homo sapiens; puesto que la preocupación constante
que arrastra al hombre hasta la actualidad es sobre su existencia, diferenciándose
de los demás seres vivos, a la cual él mismo la domestica y sacrifica en nombre
de la buena alimentación recomendada por los nutricionistas y especialmente por
los biólogos, que deberían preservar la vida de todo ser vivo con las cuáles
convivimos. Se condena la cacería furtiva de animales silvestres con la
justificación de las leyes que penalizan tal hecho; sin embargo, no existen
leyes que penalicen el asesinato de animales domesticados que están más cerca
al hombre y con ellos convive.
Al margen de las
concepciones asumidas ante el mundo, la vida misma es una existencia en
relación con otros seres vivos con quiénes lidiamos a diario, cumpliendo las
leyes darwinianas de la supervivencia del más fuerte. El cartel de
existencialistas trazadas por Sartre en su discurso que: El existencialismo es un humanismo clasifica a varias
personalidades de talla internacional para rotular o ubicar dentro de su
corriente existencial, específicamente en relación al existencialismo ateísta
que es Heidegger y él mismo como la quimera en Francia. Finalmente resumir que
la única filosofía viva de los tiempos actuales es el marxismo en la cual
Sartre intenta la fusión de los dos, ésta sería la mejor forma de rejuvenecer al
marxismo con cierta dosis de existencialismo.
Los cafés
parisinos fueron refugios de los grandes debates existencialistas en el tiempo
de Sartre, muchos cuestionan que en la actualidad dejó de ser parte de la moda
del paradigma filosófico existencial. Sin embargo, los cafés del mundo
incluyendo la nuestra sigue siendo la escena del mejor romántico existencial,
tal vez, para culminar en un fatalismo imaginario de muchas cosas que se
quedaron pendientes en la mejor época del hombre por las cuáles vive añorando
en las parlas del café actual, combinando con otros cocteles que saborea la
existencia del hombre. Siempre termina
el día o la noche que mañana será otra forma de vida, idea, realidad, cambio;
consiguientemente sigue igual, como el eterno retorno de Nietzsche. El hombre
moderno, postmoderno, actual como se le denomine, sigue siendo parte del
sentido común de los demás que ya existieron; pues dedican la vida a una novela
realista, ejemplo de unos cuantos individuos que están de prototipo social para
los demás, millones que imaginan un mundo fantástico fuera de sí.
Así como lo afirmara el autor de La náusea, Las moscas
(Sartre); nos hemos sumido en la fijación de la libertad ante un pensador
actual como guía que ilumina el camino que ésta teoría es la mejor que
esquematiza a la política actual en el mundo, de ser los mejores modelos de
sociedad; finalmente nunca termina el modelo basado en ideales, porque para tal,
esa teoría ya está desfasada. Desde los albores de la humanidad siempre se ha
buscado la libertad que hasta ahora ni se asoma; muchos políticos e
intelectuales “parodian” que en una sociedad democrática existe la plena
libertad, esto se remite a algunas sociedades donde se vislumbra atisbos de la
dictadura de un pequeño sector de la sociedad que tiene el poder sobre la gran
mayoría.
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